miércoles, 26 de noviembre de 2008

Mediocre... ¡jamás!

16 de enero de 2003 al 26 de noviembre de 2008, tiempo que estuve trabajando para la que hasta hoy era la empresa que cada catorcena (un miércoles si… otro no) me pagaba por otorgarle mis servicios profesionales, en pocas palabras mi ex-empleo.
Decisión empujada por tomar una mejor oportunidad laboral, profesional y sobre todo personal, sinceramente me sentía ya un gran pez, dentro de un pequeño estanque, y por ahora prefiero ser un pez mediano en un océano.

Siento que cuando dominas un trabajo o una actividad, puedes caer en tu zona de confort y de ahí la línea que separa a la mediocridad es tan delgada que en ocasiones puede ser invisible, te sientes tan “bueno”, tan “experto”, en lo que haces que ya no hay retos por cumplir, te acoplas a un nivel de vida y a un sueldo que llene tus expectativas. Creo que esta es la principal razón de mi cambio después de casi 6 años, sin embargo, obvio que en lo demás es mucho mejor que hasta lo que hoy tenía.

Hoy transcurrió normal, preparando una Licitación y el trabajo diario entre correos electrónicos y las llamadas constantes. Todo el día con mi Jefa que podría incluso escribir todo un post completo de su forma de ser, sin embargo, puedo asegurar que si todos los Jefes fueran como ella, habríamos muchos empleados felices y empresas exitosas, son de las personas que te empujan, te ayudan, te motivan, te orientan, te platican, te confiesan y sobre todo te hacen ser como hoy me siento Yo.

Por la tarde recibí muestras de agradecimiento, mensajes de éxito, suerte y buenos deseos, un pastel de chocolate y coca cola, sin dejar a un lado los abrazos que de las personas recibí, que hasta lo que percibí fueron sinceros.

Recogí mis dos fotografías, mi rosario, mi porta retratos, y mi taza de la UG, únicas pertenencias que tenía para sentirme a gusto y feliz trabajando, y que mudarán a otro escritorio u oficina a partir del lunes próximo.

La mejor experiencia es haber conocido a muchas personas, con una calidad humana extraordinaria, vivir en dos ciudades, conocer muchas más, entablar relaciones interesantes, y saber que la honestidad y la seguridad son valores que debemos profesar a diario. Lo más desagradable fue saber que hay mucha gente que solo ocupa un puesto por que no tiene nada mejor que hacer, y que no te dejan desarrollar. Lo más chusco… mis momentos en la segunda sucursal, que risa, que felicidad.

Seguiré con mi estilo de vida, haciendo ejercicio, dando clases de spinning, impartiendo la materia de Globalización y Desarrollo Empresarial, y sobre todo disfrutando de todo y de TODOS los que me rodean, para poder cumplir con lo que me toca hacer y prepararme por lo que viene.
Y claro, intentado crear escritos que me permitan desahogar lo que con acciones no puedo expresar. ¡Viva esto del Blog!

RGZ

viernes, 14 de noviembre de 2008

Miedo...

El miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano.



Fui educado, para saber que el miedo es parte del fracaso o hasta cierto punto falta de hombría, por lo mismo no recuerdo haberlo experimentado muy seguido, y que con gran facilidad vienen a mi mente las ocasiones en que lo sentí. Espero que nadie atente en contra de mi, al momento de conocer cada situación que me hizo experimentar tan desagradable sentimiento.

Ø Las caras de “payaso” de las alcancías en mi cuarto, terribles. Desde que tengo uso de razón tengo un sueño bastante tranquilo y en cuanto pego mi cabeza a la almohada, me duermo, eso sí con música o con TV pero me duermo. Sin embargo, debería de haber tenido entre 4 y 6 años, y acaban de re decorar mi cuarto, con unas cortinas que dejaban pasar de manera libre y profunda la luz de la luna cada noche, justo dónde más tiempo se detenía tan natural iluminación, estaban colocadas 4 alcancías de plástico, todas con forma de payasos, tétrica imagen me vigilaba mientras yo intentaba conciliar mi sueño. Pasaron semanas, y por más que imploraba que no me quería dormir solo, nadie se apiadaba de mí. Hasta que use mi razonamiento e inteligencia, y noche a noche las tapaba con sabanas, cobijas, toallas, o de plano las escondía en el closet, para que a la mañana siguiente regresaran con esa cara sonriente a la repisa, lugar designado a estas imágenes tortuosas. Desde esos tiempos, no me caen nadita bien los payasos, bueno solo Brozo.


Ø Las jeringas. De niño y adolescente me enfermaba muy seguido de la garganta y pues mi tío Señor Dr., tan atinado siempre, me recetaba inyecciones, que miedo. Hoy que fui a realizarme unos estudios de rutina para la empresa, reviví esa emoción de peligro, temblando llegue a la salita de espera, y así temblando me despojé de mi chamarra y manga de la camisa. Aun al estarlo escribiendo me da pavor. Y peor ver mi sangre dentro de esa jeringa. No soporto las inyecciones y mucho menos que me saquen sangre.


Ø Recibir los resultados de un examen de admisión. El de la preparatoria y el de la Universidad, que impresión, el primero salía en el periódico y como es costumbre muy de madrugada mi madre salió a comprarlo, yo no había podido conciliar el sueño una noche anterior (tengo que decirles que no tuvieron nada que ver los payasos, esos muy pronto los eliminé y se los terminé regalando a mis primos), así que me quedé en vela hasta la mañana siguiente, con pequeños lapsos de sueños interrumpidos por ese miedo a no pasar el examen, ¡oh sorpresa!, aprobé y hasta con excelentes resultados. El segundo, se me hizo eterno ya que lo que más añoraba era estudiar en mi gloriosa Universidad de Guanajuato, no recuerdo la fecha con exactitud, solo sé que era un viernes y a partir de las 5 de la tarde los publicarían en la FCA. Fui con Hey, una de mis grandes y mejores amigas, llegue y me dirigí con decisión a las listas, corrió y se adelanto mi amiga, revisó y con un grito de desesperación, e irónico esbozo… comento -no pasé-. La sangre se me movió por todo el cuerpo y el camino entre el patio central y el pizarrón de resultados se me hizo eterno, más mi desesperación cuando en ese pizarrón solo estaban los de C.P., enfrente estaban los de C.I., así que con mayor incertidumbre, atravesé el patio y comencé a revisar la lista, obvio de abajo hacia arriba, o como lo quieran ver, del último aceptado al primero, yo era la ficha 93 y veía pasar números y más números, hasta que llegue al tercero y ahí estaba, si el 9 y 3, tan juntos como mi sensación de miedo y satisfacción.


Ø A mis sueños. Lo confieso y lo admito, sueño y deseo muchas cosas, y porque varias se me han cumplido, me da miedo fracasar, desilusionarme a mí mismo, y no lograr lo que hasta ahora me he propuesto. Y cuando voy a tomar una decisión que solo implica mi persona, el miedo a saber si es la correcta es indescriptible, se me hace pequeño el estomago, pierdo el apetito, se me cierra la garganta (y no… no voy a pedir inyecciones), y me siento con ese miedo interior que inunda toda mi humanidad. Soy acertado, congruente, razonable, flexible, analítico pero con esa sensación de miedo a caer.


Ø Muerte de un ser amado. Ya van dos que se me han ido de este mundo terrenal y prefiero no mencionar más, porque al pensar en mis seres amados que aun viven, es la peor sensación.

Podrán decir que tus miedos debes afrontarlos y superarlos, pero que alguien me dé un manual para hacerlo, no creo que exista, es más, ante lo real o lo irreal de los miedos lo único que basta es contarlos, y aceptarlos.


RGZ

martes, 4 de noviembre de 2008

p.d. Día de muertos.

Me declaro fiel seguidor y participante de las costumbres mexicanas, y el 2 de noviembre no fue la excepción, día que en lo personal tiene un significado especial y que lo guardo celosamente dentro de mi corazón. Pero este fin de semana fue espectacularmente diferente y es que desde el sábado muy de mañana, como es costumbre familiar, fuimos al panteón a visitar a nuestros muertitos, llevarles flores y rezarles una oración, aún el Santa Paula, se veía solo y sin muchas flores, pero ya con ambiente de una tradición arraigada al pueblo mexicano.

Más tarde, tenía una cita para irme a pasar un fin de semana a San Miguel de Allende, entre los motivos para ir eran, conocer en persona a Yamila Michelle Ávila De Anda, comer tamales de mole, chilmole, y obvio el delicioso Mole de la Sra. Monjarás de Ávila, por favor, cualquier persona en su sano juicio, no desistiría ante tal evento.

Yamila Michelle, hermosa, no cabe duda que al observar un recién nacido, te das cuenta de lo fascinante y sabia que es la naturaleza. Aún no puedo decir a quién se parece, pero la mayoría asegura que a su Papá.

Los tamales, el mole y el chilmole, que delicia, que placer y son ocasiones en las que me gustaría tener dos estómagos, por que no hay momento en que se sacie el sentido del gusto con tan peculiares artes culinarias mexicanas y poblanas, y un café hecho en la estufa (si ya se que diría Horte) delicioso, sin embargo, no solo es la comida, sino todo el ambiente, debo resaltar que había una ofrenda a los difuntos de la familia anfitriona, ojala que todos hiciéramos lo mismo, este tipo de tradiciones no las podemos perder y mucho menos cambiar por una fiesta gringa (noche de brujas), así que deberíamos de inculcar en las escuelas, en las casas, en las empresas y a las autoridades, estas costumbres tan nuestras.

Obvio comí, cené y desayuné al día siguiente mole, estas oportunidades no se pueden desaprovechar. Después nos dirigimos al panteón a dejar flores y a ver las ofrendas que ahí estaban, cabe mencionar, que por donde pasábamos, había gente con flores o con un ambiente alusivo a la celebración.

Después de todo, mi única reflexión es acerca de las tradiciones, que sin duda, la familia es la encargada de mantenerlas y heredarlas a sus generaciones, no me imagino una sociedad mexicana, sin sus fiestas locales o regionales, y sobre todo sin que tus nietos o los nietos de tus nietos, puedan disfrutar de un altar de muertos, del alfeñique, de las calaveras o de una rica comida mexicana, y sobre todo en Familia.